Fue Belgrano quien pidió su creación, en 1812, para distinguir a su ejército del enemigo. Azul celeste y blanco, como la bandera que vendría después.
Desde entonces, la escarapela se convirtió en más que un distintivo militar: es una huella de identidad, un gesto de pertenencia, una forma de decir “acá estamos”.
En Huellas, celebramos esos símbolos que nos conectan con nuestras raíces, que nos recuerdan que la historia también se lleva en el pecho.